LOS VERDADEROS BROTES VERDES

Establecer una fecha es muy díficil, puede ser hace 10 años, podría ser hace mas de 30, incluso podrian ser 7 meses y porque no incluso cuestión de semanas... No se sabe el momento exacto de cuando empezó todó, de cuando fue el GENESIS particular mío. Creo que en realidad eso da igual. La vida son etapas, son fases, son brotes, en los que la semilla crece, germina, se marchita y vuelve a germinar, como si de una flor se tratara. Depende de como se riegue, de la luz solar y por supuesto, que no falte, del cariño que se le dispense. Así creo, que comparandolo con una flor o planta, el proceso vital se define.


Ser fuerte como un roble, alto como un pino o bello como una rosa de jardín, es cuestión de suerte, genética y factores en cualquier caso, lejos de nuestro control. Lo importante es rebrotar, mantener siempre la semilla fértil, aunque el clima sea árido o aunque la tormenta arrase con todo, da igual, esa es la clave, mantenerse erguido y con brotes verdes frescos. Recuerdo mis tiempos de abeto de navidad, protegido, engalanado, brillante y con un presente festivo y alegre. Yo fui un abeto en la infancia, de esos que se guardan año tras año en el armario de las cosas de Navidad, que cuando le toca lucir lo hace muy bien, pero que a aparte de 15 dias al año, nadie lo distingue del resto de arboles, los demás dias del año.

Después me vino la fase sauce llorón, que cobija bajo sus ramas y hojas a todo el que se acerca, es un árbol fiel, solidario e incondicional, pero también es un arbol triste, preocupado y lleno de dudas, no en vano se preocupa más de dar sombra que de crecer. Esa fue mi adolescencia, preocupado en tapar y proteger a los demás, mas que en mi crecimiento personal. Pero los sauces no tienen fruto, no producen nada, no es un castaño, ni un nogal, ni siquiera un hermoso rosal, es sólo un arbol con buena sombra. Debía conseguir producir algun fruto, como todas las semillas de mi generación, entonces convertidas en arboles frutales o plantas de jardín.

Decidí que debía ser talado, era demasiado tarde, demasiado viejo para intentar inúltimente dar algún fruto. Así que empezé de nuevo, y esta vez me convertí en una planta exótica, rara, original, de hojas grandes y espinosas, que esconden el fruto. De esas que tienes que podar y estudiarlas para conocer su fruto, su utilidad. Era valioso por lo complejo, por lo único, por lo diferente y conseguí decorar algunos de los jardines y lugares más bonitos del mundo, pero siempre duraba poco en ellos, me cambiaban frecuentemente. Hasta que alguien se fijo en mí como nadie lo habia hecho, vio mis frutos escondidos por mi apariencia, y supo sacar provecho de ellos. Resulta que esos frutos dan semillas, semillas de plantas preciosas que ya quisieran para si los mejores jardineros. Era el genesis, la celula madre de grandes y bellas plantas... y no lo sabía. Mis propias espinas y mi empeño en dar sombra se habian encargado de tapar y frenar el crecimiento.

Hoy no soy un árbol alto ni fuerte, ni tampoco un hermoso rosal, pero soy la planta que ayuda a que florezcan esas rosas y esos árboles fuertes. Que lo único que tiene que hacer es mantener sus espinas abiertas para que los frutos puedan ser vistos y que aunque fisicamente no da sombra, da protección y calor en los hogares de quien quiera comprarla.

He utilizado hoy un simil de plantas para explicar los procesos emocionales y evolutivos por los que he pasado, que son los mismos que los demás seres humanos. Ni las rosas son eternas, ni los cardos son siempre feos, el caso es que tanto las rosas, como los sauces y los cardos son necesarios para todos y si no eres nada de eso siempre darás tu propio fruto.

La Suite 3 de Beethoven y un mensaje lleno de positivismo protagonizan el video para cerrar este post, espero os guste...



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