APRENDIZ DE PAYASO

Todavía se equivoca. Sigue desacompasada. Mi sonrisa sigue en modo aprendiz. Cuando tiene que salir no lo hace y cuando sale no tiene sentido, va tarde. Es fruto de haberla recuperado después de años de ausencia. Estuvo grave, casi al borde de la muerte, apagada, enterrada, mantenida con vida gracias al pasado tan glorioso que tuvo y que no le dejó morir. Por ese pasado de sonrisas plenas, grandes carcajadas, de sonrisas ajenas contagiadas, por todos esos momentos, mi sonrisa no murió. Volvió débil pero con ganas de ser la que un día fue. Aquella que en mi adolescencia era la mejor, la única que destacaba. Hasta que una continua serie de desdichas personales la abatieron.


Como un payaso asustado, triste, cansado de no hacer gracia, sorprendido por que es temido en vez de querido. Hundido porque nadie se acordó de él en las fiestas. El dueño de mi sonrisa, yo mismo, me sentí así, como ese payaso que ya no tiene motivo ni para reír ni para hacer reír. El payaso volvió, a la luz de vuestras miradas, gracias a las sonrisas naturales y no forzadas de dos ojos inocentes y puros. Y vuelve mejor que nunca, con nuevas gracias, nuevos trucos, más fuerte que antes, aunque con una sonrisa aún triste y asustada. Así me siento, con ganas de entrenar esa sonrisa mía que perdí y que recuperé, con ganas de multiplicar las tuyas y con ganas de que coincidan las mías con las de los demás: el verdadero triunfo de un payaso.

Es lo que realmente me falta para terminar de ser el que un día fui, conseguir que mi sonrisa aprenda a salir, recuperar esa chispa espontánea de humor y alegría que tanto me caracterizaba, lo necesito por vosotros pero por mi también. Ser ese payaso al que todos quieren en su circo, aquel al que siempre contrataron y del que nadie se acuerda. Porque si digo que soy divertido, pocos me creen, si digo que tengo chispa y humor espontáneo, pocos me creen, si digo que no soy aburrido, más de lo mismo. Y es normal que piensen así, yo mismo me encargué de tirar esa habilidad, ese comportamiento, por la borda.
Ahora quiero reír, quiero que la sonrisa sea la mejor medicina, para aliviar mi corazón y aliviar los ajenos, quiero que se me conozca por lo que fui: UN PROVOCADOR DE SONRISAS, un tipo divertido. Lo tengo todo, solo falta recordar como se hacía, ponerme a punto.

Me convertí en un autentico experto, en un maestro en otras cosas, mientras dejaba de ser el maestro de las sonrisas, si alguna vez alcancé ese nivel porque no ahora. Es mucho más fácil que aprender una habilidad que nunca se ha tenido. Los tiempos malos para llorar, para estar triste, vienen solos, las malas noticias, los contratiempos, los golpes bajos de la vida no hace falta llamarlos ni entrenarlos, vienen solos y te dejan marcas notables en tu rostro y sobretodo en tu comportamiento. Pero los buenos momentos existen y hay que disfrutarlos, provocarlos, contagiarlos, hacer que uno venga detrás de otro, hacer que dejen cicatrices físicas y emocionales también, esas que no quieres curar. Así que sonrisa mía, a entrenar para brillar... como lo hiciste siempre.

Suscribo casi todas las palabras que BUSTAMANTE pronuncia en esta canción que me sirve para cerrar el post.



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