SUEÑOS CON PARACAÍDAS

 Ya no me veo. Deambulando por la vida suplicando que me quieras. Ya no me veo. Escribiendo cosas que sólo yo entendería. Ya no  me veo. Llorando en silencio y con altavoces. Ya no me veo. Culpando a todos a la vez que a mí mismo. Se me agotaron las palabras. Se me caducaron los perdones, los recibidos y los aceptados. Se renovaron los valores, los míos no, los que pide el mundo ahora. Toca cambiar de tren, buscar un asiento al fondo y marchar hacia algo parecido a la vida. Toca nadar en seco o con el agua congelada. Toca imaginar que vuelas, aunque no tengas alas en realidad. Cosas raras que piden los tiempos. Imposibles inmediatos. O tal vez no.


No me veo abrazando defectos ajenos, cuando los míos son mirados con lupa. No me veo pidiéndote una y otra vez que no cuelgues...Ya no. Tampoco me veo compartiendo la comida ni cocinando para ti. Ahora soy de los que come con la mirada. Ya no me veo ocultando por más tiempo mis miradas de recelo, hacia ti y hacia todos. Es una de las cosas que queda de un corazón relastimado. 
Ya no habrá desayunos en la cama con o sin rosa. Son tiempos de cereales desganados y tostadas quemadas. Ya no pienso en arriesgarme por ti, porque afirmo que amar no debe de tener riesgo alguno.

Ya no duele más, cuando se ha aprendido a sufrir. Ya no se tienen pesadillas cuando todas se han hecho realidad. Ahora son sueños convertidos en paracaídas o salvavidas.

Con una voz capaz de cantarte una nana dulcemente por un lado y de sacar toda tu furia de manera potente. Única, un verdadero don el suyo. Como el mantener un corazón intacto lleno de sueños y paracaídas. Con los irlandeses Cranberries cierro el post de hoy.




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