NIDO DE SERPIENTES

 Tienes el alma negra. Y yo no tengo alma. No sé qué es peor. Me criaste, me cuidaste, me diste forma y me amoldaste a tu imagen y semejanza. Me metiste el veneno y me diste un alma transparente, inerte, que copia a la tuya. Tienes el corazón escondido, silenciado y con muy poco que decir. Al mío, simplemente lo maltrataste, le diste dos hostias y un puntapié de advertencia por si se le ocurría decir o sentir algo que no fuera lo dictado. Tienes el poder de romperlo. El espejo, el reflejo en el agua, tu reflejo.  Y la habilidad para que siempre me diga cosas feas a mí. Lo he descubierto. Tu impotencia por no haberme podido oscurecer como tú quisieras, como tú eres. Por no haberme ahogado, pese a mantener mi cabeza bajo el agua. No has podido. Lo intentas y sigues sin poder. Ya no hay más zumo, ya me has exprimido bastante. Me queda la esencia, blanca, pura. La célula, el polvo reconversor. Todas las piezas. Ahora toca montarlo, regenerarlo, empezar de cero, cambiar una pieza por otra.  Es lo más duro, lo más cruel...toca expulsar hasta la última gota de tu veneno.


Me di cuenta que no estaba muerto, que el veneno no era mortal. Que el antídoto contra ti estaba en mí. Por eso me odias, por eso no me quieres, por eso tu rabia...porque soy tu rival, así me ves, así te lo ha dicho tú espejo. Soy lo que tú has querido ser siempre pese a tus esfuerzos por frenarme. 
Y ahora, a volar, sin alas, sin fuerza en las piernas y sin tener ni idea de los movimientos necesarios. Pero volaré. Vuelo. Con miedo, con duda, sin saber, pero vuelo. Y eso que me lo has puesto imposible.
Como lo de volar, lo de quererme. Me estoy enamorando. De mí, de mi alma pérdida, de mi tenaz corazón, de mis fuerzas, de mis ganas. Si tú no me quieres, ya me querré yo. 

Tienes la mirada negra. Te lo digo sin disimulo. La mía contiene lágrimas...muchas. De años de tristeza, frustración y tú desamor, pero también de alegría, de auto orgullo y de rabia. Porque me lo merezco, lo bueno. Los bocatas de chorizo, los pasteles de chocolate, los paseos diarios para meditar, las sonrisas porque si. Y me merezco también este don. La escritura. La mía. Esa que tú siempre críticas, solo porque viene de mi.

La descubrió el maestro Sanz y aprendió rápido. Con ella cierro el post de hoy.


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