EN LOS OJOS DE LA TORMENTA

 La tengo detrás. Me sangran los pies de tanto correr. Pero tengo que seguir. Todavía no la he despistado lo suficiente. Es implacable, terca, testaruda. Me ha demostrado una y mil veces que no se rinde, que tiene todo tipo de trucos y recursos. Huele mi sangre, le atrae, es lo que le motiva. Su fe. No puedo esconderme, no tengo ni tiempo ni sitio para hacerlo...ya lo intenté una vez y casi me mata. Tampoco tengo armas para enfrentarme a ella, solo me queda correr, escapar y que mi resistencia sea mayor que su paciencia. Que se canse antes de que ya no pueda más. Pese a todo, no le debe de quedar mucho, o se rinde ya mismo o consigo darle esquinazo definitivamente. Lo fácil sería enfrentarme a ella, improvisar un arma o liarnos a tortazo limpio. Pero no utilizo paraguas. Nunca lo he hecho.

Soy más de llevar capucha. De ponerle trabas en el camino para confundirla, retrasarla. Ingenioso si, pero cobarde. Estaría bien tener un poco de ayuda, un escudero, un cómplice, un apoyo...pero los que había fueron engullidos o simplemente ya no pueden ayudarme. 
Sé que para ella no es fácil tampoco, no pasaba por su cabeza que yo  fuera tan fuerte, ni por la mía tampoco. Siempre confió en que en menos de lo que canta un gallo, acabaría sometido. Así que, bravo por mi también, por mi aguante, por mis pelotas y porque soy escurridizo y cabezón, aunque me esté acercando al abismo.

Porque ahí es donde vamos, de cabeza, supongo que para dejarme alli en el fondo y ella largarse a arrastrar a otro. Igual le sorprendo y en el último centímetro de tierra me agarro y me salvo, y cuidado no sea que caiga ella. Es demasiado tiempo. Me canso, ella no. Es cuestión de aguantar pero lo tengo muy negro. Por suerte nada es eterno. Ni la tormenta en forma de nada que me persigue y asola todo a su paso. Y me piden un paraguas...cuando necesito que deje de llover. 

Un presente de sol y un futuro quién sabe aunque está sobradamente preparada para lo que venga. Diluvia en el vídeo y su flequillo y su voz no pierden la compostura. Con Aitana, cierro el post sobre resistir a la tormenta cuando se empeña en acabar contigo. 






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