LA LUNA DE HAWAII

 El día que te marches, lo haré contigo. Da igual el destino o el equipaje. Iremos. A buscar el arcoiris por todo el cielo. A descubrir la verdad en la sala de los espejos. Da igual. Juntos los dos. Cuando tú decidas. Sin planificación. Sin calendario. Cambiaremos de lugar, en cuevas escondidas buscando la paz o en agujeros que asustarían al más valiente. Donde sea. Pero a la vez. Donde el viento lleve a la alfombra o donde el mar hunda el barco. Allí. Y será cuando te vayas. Porqué yo iré detrás. Aunque te niegues. Pero en realidad es lo que quieres. Que me vaya contigo. 


Tal vez no sea lo mejor, ni lo más prudente. Pero lo vamos a hacer. Y va a salirnos bien. Tendrás tiempo de leer mis cartas y yo encontraré momentos para escribirte más. Verás como se enfadará la luna, como arderá de celos la tierra en forma de volcán. Todo porque me fui tras de ti. Todo porque decidí que mi isla desierta no iba a estar más sin ti. En cuerpo o en recuerdo. 
 
Al final te fuiste y no me llevaste. Y no pude seguirte porque no me avisaste de tu partida. Y Hawaii se ha convertido en Nueva York, y la luna vuelve a reír aunque no me haga gracia y el aire es seco y gélido. Lo peor es que me quedé, que no siquiera podré irme. 
No importa. Solo pienso que seguro donde estés te conocerán por la sonrisa que tienes y provocas y que en la foto el cielo será más idílico que en las postales. 

Para ellos un éxito inigualable, para los demás, una canción típica en las despedidas. En las de que llaman a los sentimientos más puros. Con Melocos y la ayuda de Natalia Jiménez, cierro el post de hoy, de no terminarse de alguien nunca...porque no queremos. 


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