UN CIELO DE GATOS

 Hace casi dos meses, lo volví a hacer. Por séptima vez. Volví a querer traspasar ésta vida, volví a casi convertirme en un alma, un espíritu, un incorpóreo o en lo que sea que nos convirtamos cuando ya no estamos en este mundo. Esta vez fue distinta. Sí, tenía en común, que estaba desesperado, que no vi salida, que no pensé en nadie, que me di por vencido, todo eso era igual que las otras veces. La diferencia está en que pensé que después de la anterior, ésta número 7 no iba a existir, que nunca pasaría. Porque pensé que me habia curado del todo, que os había superado, que ya no podíais hacerme daño, que mis límites eran mayores a vuestra maldad expansiva, pero me equivoqué...


Seguro que ya no tengo más. Gaste las 7 vidas de los gatos. Tal vez haya llegado hasta aquí porque sea un gato y lo que me esperé a mí sea un cielo o un infierno, depende de a quien le preguntes, de gatos. Por eso está última vez me ha preocupado, por lo que he dicho antes y porque los motivos de hace dos meses pueden volver. Y tanto que pueden. Me asusta, me aterra. Porque aunque lleve marcado a fuego todas los rechazos, los desprecios y las burlas vuestras, todavía siguen sangrando...y doliendo. 

No hay que olvidar mis errores, los propios, aquellos que también me han hecho perder vidas. No quiero que vuelva esa frustración, ese subir lento para bajar rápido. Esa oscuridad eterna, ese silencio tan confuso y ambiguo, esas respuestas que mejor no saber y esa impresión que aún me causais. 

Queda mucho. Pero no tengo más vidas ni mucho tiempo tampoco...no es pesimismo, es ser práctico y ver la realidad, lo largo que es el camino y lo resistente que son los enemigos...
Con un exitazo más de los innumerables suyos, me despido, recordando que a menudo nuestra vida está en los dados...y toca perder para ganar.

 

AMOR DE CRISTAL

 Me lo pusiste delante. Bien clarito. Me pusiste un mundo que era maravilloso, ideal, perfecto. En ese mundo estabas tú y yo, y miles y millones de espejos. Por todas partes. Y aún así no fui capaz de verlo. El mundo y la vida que me ofrecías frente a mí. Pensé que era un sueño o algo peor, una mentira. Que era demasiado pronto para algo así. Demasiado temprano en la vida para ver algo tan revelador: que el amor es limpio, transparente y no tiene vergüenza. El de verdad por supuesto. Porque lo que me pusiste delante era el amor de verdad. 


Ya no existe. Ya no lo he vuelto a ver. Ni a ese amor ni a ti. A ninguno de los dos. Por eso digo que te lo llevaste contigo. El amor verdadero. El que no entiende de límites, opiniones ni razonamientos. El de querer y punto. El de los besos, el de los abrazos, el de ser y aceptar tal cual eres. Cómo un espejo. Uno frente al otro. Ellos nunca mienten, los espejos digo y ese amor que tú me enseñaste una vez, tampoco lo hacía. 

No me di cuenta ni de que era un amor, ni de que era un espejo y ni siquiera de que lo hacías por mí. Tal vez sea porque nunca me ha gustado mirarme en espejos y porque me he acostumbrado a que el amor no quiera reflejarse en ellos. 

De frágil, ella no tiene nada. Incluso exceso de fuerza y todo. Con esta mexicana chunga, cierro el post, sobre cuando me enseñaste lo que era el amor y lo rompí.