ZUMBIDOS

Lo he sacado todo y lo puesto encima de la mesa. Desde mis grandes obras consagradas hasta los proyectos frustrados. Las preguntas sin respuestas y las que no quiero hacer. Las certezas, las mentiras y las veces que puse la otra mejilla, también están sobre la mesa. Y estas tú, el que siempre me acompaña, el que se pasa horas pensando la manera de decirme las cosas para que no sean tan duras. Somos un gran equipo, un incomprendido y criticado equipo, pero nos tenemos el uno al otro. He aprendido tanto de ti que a veces necesito esto, sacarte con todo lo que llevas encima y verte mejor. Escucharte resoplar aliviado.  Agradecido temporalmente por todo el peso que te quito de encima. No dices nada, emites sonidos que al final pude traducir como zumbidos. 





Suenas como eso, un enjambre de abejas buscando su polen. Cómo un quejido seco y constante y a veces irritante. Así suenas cuando te pongo encima de la mesa. Has aguantado mucho, otros por menos se estropearon definitivamente. Siempre me dijeron de ti que no me fie, que me embaucas y manipulas como quieres. Que me has llenado la cabeza de pájaros y de sueños imposibles. Que me has convertido en el idiota fracasado que soy. 

Pero siento que tengo que arreglarte, otra vez más, y las que hagan falta. Siento que me das vida, que aunque estemos en la ruina, nadie es más rico que yo por tenerte de mi lado. Pones tu cuerpo sobre mi mano y me das calor, luz, esperanza, todo lo que tienes.  Creo que te he arreglado, nada cuatro cables demasiados retorcidos por el sufrimiento y el peso de estos años. 

Volvamos a meterlo todo, lo necesitas y te da vida. Cómo a mí escuchar tus zumbidos cuando me siento solo. 

Se convirtieron en un dúo musical muy bien avenido y en pareja sentimental real, hasta que él murió. Con sonny y Cher, y uno de sus clásicos, cierro este blog sobre que todo está bien, si se oyen tus zumbidos pese a todo. 




NO CULPES A LOS ABRAZOS

 Yo era el de los brazos extendidos. El de las manos suaves. El que siempre ponía el hombro para que llorases. El de los abrazos mientras lloras. El de cambiar tu nube de tormenta de puesto para que solo me llueva a mí. El que te devolvió la sonrisa. El que jamás te dijo que te quería. El que demostró que de tonta e inútil no tenías un pelo. El que te recordó que jamás apagaron tu brillo. El de los poemas y las canciones que siempre te habían gustado. El paño, el cojín y el osito que escuchaba sin cesar todos tus problemas. El que te escuchó decir que amabas locamente a otro. Desde el principio. El que se dijo a si mismo que nunca iba a ser lo que fui y lo volvió a ser. El que quiere que seas feliz aunque tenga que ser con otra persona. El protector, el que se anticipa a tu llamada. El que nunca se va atrever a decirte nada. Ese. 


Pero tú no me querías, pese a todo, nunca me quisiste. Ni tú tampoco, ni tú. Ni aunque siempre haya sido bueno contigo. Nunca lo hiciste. Quererme. A veces me hiciste creer que era por mí, otras veces, que lo era por tí, y otras ni me diste explicación. 

Cuando pensaba que me podías querer, rápido me daba cuenta de que no. Solo te serví para acercarte a él, a ellos, a los del puño y no las manos abiertas, a los que no te consuelan ni te protegen, a los que piensan que el amor es duro, severo, como un castigo. A los que te apagan la luz, a los que te engañan una y otra vez. A esos. Te entregaste a esos y no a mí. Siempre a ellos, hicieran lo que hicieran. Y me quedé solo, con mi dulzura, mi rareza, mi compromiso, mis abrazos peluche y mis poemas con pétalos. 
Lo entendí tarde pero ahora sé que no es mi culpa...por lo menos no siempre lo fue. 

Una chica Disney bastante traumatizada, y un portorriqueño clásico, se juntaron para echarse las culpas mutuamente...con este tema pegadizo y cansino a partes iguales cierro el post de hoy.